miércoles, 23 de diciembre de 2015

County Derby del gitano ojo de mal

Se había dicho adiós a una mala racha fruto de magia negra o de una cuestión meramente psicológica. La gitana accedió a las plegarias y un liberado Derby Country se alzó con su primer trofeo en la historia, no sin sufrimiento, al tener que esperar la prórroga para vencer por 4-1.

Medio siglo había pasado desde que los gitanos fuesen expulsados y esta era la cuarta final de la FA Cup. Era 1946, el Charlton Athletic esperaba como rival en Wembley y antes de la disputa del partido, era tal los murmullos del tendido que varios jugadores acudieron a otra gitana para de una vez por todas acabar con el temido mal de ojo que el club arrastraba años atrás.

Sutil como la seducción, en el sueño del sueño se había entrado, el origen ahí tal vez hallará la razón. Los más excéntricos comenzaban a creer fehacientemente en la maldición que los gitanos lanzaron al Baseball Ground. De no librarse del maleficio, no lograrían jamás nada en el fútbol. Era un hecho. Los años venideros no serían más lisonjeros para un club que jugueteaba con algún descenso y la propia desaparición institucional, en vez de por la lucha de títulos.

jueves, 3 de diciembre de 2015

De parar a marcar por un día

Quizás el éxito del fútbol resida en su sencillez, quizás haya sido capaz de llegar a todo el mundo a través de una única figura llamada balón o quizás porque es el único deportes que se juega exclusivamente con los pies. Salvo por un único jugador, el portero, también conocido por cancerbero.

Termina el partido, recoges tu botellita de agua, te secas por última vez con la toalla, te despides de los postes si es que ese día jugaron a tu favor y agradeces a tu defensa los servicios prestados de haber hecho algo más que romper el fuera de juego. Te encaminas al centro de campo a realizar esa rutina respetuosa, casi de carácter burocrático podríamos llegar a decir, que supone despedirte del equipo contrario y de una figura en particular. Esta vez sin guantes, la complicidad con aquel individuo que se situaba a más de 100 metros de distancia de ti se nota en el ambiente, una cómplice sonrisa y una palmadita en la espalda por parte del ganador. Con nadie habías hablado durante los 90 minutos salvo por gritos correctores y esta vez llego el momento, intercambiamos unas palabras, nos guiñamos el ojo como muestra de respeto mutuo y marchamos con nuestros respectivos equipos sin poder olvidar que una vez más, pusimos la cara donde el resto puso los pies.