La historia de Benoit
Assou-Ekotto podría catalogarse de inédita, al menos tratándose de un jugador
que degusta las mieles de la élite. Y es que para todos aquellos que no sabían
ubicar a este espécimen, quizás ahora puedan comprenderlo mejor. El lateral
izquierdo del Saint-Étienne, su actual equipo, ve la práctica del fútbol como
una manera de ganarse la vida, un camino que comenzó a labrarse en el Lens
junto a su hermano Mathieu.
De madre francesa y padre
camerunés, Francia vio nacer a un joven chico que pronto descubrió que su
empeño era más práctico si lo focalizaba hacia el fútbol antes que hacia los
estudios. Gozaba del don de los futbolistas y era una forma rápida de labrarse
la vida.
“Cuando se hizo definitivo
para mí fue a los 16 años, cuando me expulsaron de la escuela porque ya no
estaba prestando atención. No tenía nada que hacer y esto forma parte de mi
actitud hacia el fútbol. Le doy lo mejor de mí, siendo tan eficiente y
profesional, porque es todo lo que tengo”.
Y si quedaban dudas de si a Benoit
Assou-Ekotto no le apasiona el fútbol, fue claro en unas declaraciones al
diario ‘The Guardian’: “No es más que un trabajo. Si, es bueno, es un buen
trabajo y no digo que no me guste, pero no es mi pasión”, confesó. Una
sinceridad chirriante para el aficionado al deporte rey, pero llena de realidad
aplastante desde el punto de vista laboral.
Tachado de poco profesional,
sale al paso de las críticas. “Llego por la mañana al campo de entrenamiento a
las 10:30 horas y empiezo a ser profesional. Termino a la una y no juego al
fútbol después. Cuando estoy en el trabajo, hago mi trabajo 100%. Pero luego,
soy un turista”.
El presidente del Lens, Gervais
Martel, llegó a catalogarlo como ‘mercenario’, acusándole de no sentir la
camiseta que llevaba. Por supuesto, a Benoit no le importaba el color rojo del
equipo francés, ni el blanco del Tottenham, ni el antiguo azul del Queens Park
Rangers, ni el verde del Saint-Étienne, a pesar de coincidir con el de los
billetes. Y más aún cuando lo primero que se hace en un acuerdo es hablar de
dinero. “Todas las personas, todo el mundo, cuando van a un puesto de trabajo,
es por el dinero”, confiesa.
Dinero, que atrás a dejado
campos embarrados, espectadores de pie en una grada inexistente de asientos,
futbolistas que hacían de utileros y compraban un par de botas para poder
disfrutar de una pasión cuya única finalidad era la de marcar más goles que el
rival y olvidarse durante 90 minutos de todo cuanto lo rodeaba. Para Benoit,
que ha vivido en sus carnes el poderío de la Premier League y, por ende, la
ostentosidad de un club que se ha movido por el viejo continente, sintió que
todo “era una película”, un prisma irreal que muchos futbolistas han
denunciado. El último, Víctor Valdés.
“Los futbolistas se dan
demasiada importancia. Ganamos 100.000 o 200.000 euros a la semana, pero no
hacemos nada para mejorar el mundo. No hemos inventado el agua caliente. Sólo
damos patadas a un balón", dice. Tampoco le gustan los coches caros. Tuvo un Bentley,
pero se deshizo pronto de él, cuando se dio cuenta de que su valor descendía
desde el mismo momento en que lo sacó del concesionario. Ahora conduce un Smart
y colecciona Ford Mustang, porque su valor siempre va a aumentar. Y, en cuanto
a las mujeres, prefiere seguir con su novia de toda la vida. "No me interesa
una modelo que ha estado con 255 hombres. No quiero una chica que hayan tocado
futbolistas del Fulham o del Chelsea", asegura.
“El mundo del fútbol no es
bueno. Hay gente que te rodea sólo porque juegas al fútbol”, expresó. Un
ejemplo más del precio que hay que pagar por la fama, en gran medida por la
sobrexposición. La normalidad, que pocos la resaltan, sí que es un lujo para el
camerunés.
Pero la historia no concluye
con todas estas declaraciones. Hasta se atreve a hablar de amistad en un
vestuario. Y es que en la ficción del fútbol hay protagonistas y figurantes,
una pose que ha rechazado el lateral dentro del vestuario. Existe la simpatía y
el buen ambiente pero la amistad no se explaya fuera del vestuario.
“Yo no llamo a los
futbolistas en mi equipo. Yo no creo en la amistad en el fútbol”, confesó.
Solamente, Abdel Taarabt, aquel futbolista marroquí que se ha ido diluyendo por
Europa, es el mayor “regalo”.
Y no es que Benoit
Assou-Ekotto viva fuera de esa esfera llamada balón. Es una diferencia que no
entendemos como profesión sino más bien como pasión, una muestra más de que no
estamos preparados para oír ciertas cosas. Nuestro mundo es idéntico al del resto y lo
ajeno es señalado y repudiado. Ha sido capaz de explotar la burbuja. Vista la
visión de Ekotto, muchos que no tengan ningún tipo de apego por el fútbol, no
les importaría vivir en esas condiciones laborales. Benditas condiciones dirán
algunos. Pero si uno se queda con el dinero, poco habrá entendido todo lo que
se acaba de escribir.
Uno solo puede mostrar
admiración por aquel que no escondió sus ideas. Que no ha despreciado este
nuestro deporte. Se ha apoyado en él cuando lo necesitaba. No ha querido vivir
la detestable vida de algunos futbolistas. Todo lo contrario. Quieren que le
recuerden como algo más que un jugador de fútbol, y por esta razón tiene una
fundación, BAE 32, con la que pretende ayudar a los jóvenes. Es consciente de
que el fútbol ha reconducido su vida. “Podía haber acabado muerto o en la
cárcel”, concluyó.
Todo un ejemplo a tener en cuenta.
ResponderEliminarSaludos ¡
Es totalmente lícita la visión del mundo del fútbol de Ekotto. No todos los futbolistas son apasionados del balón, ni todos viven pendiente de él. Quién muestra más respeto por este deporte Ekotto o Ronaldinho?
ResponderEliminarUn saludo
Te pongo un enlace en mi blog.
ResponderEliminarUn saludo!